viernes, 13 de febrero de 2009

El discurso que el Presidente Saca debería hacer*

El discurso que el presidente Antonio Saca debería hacer ante la Asamblea Legislativa con respecto a los derechos civiles de los salvadoreños de la comunidad GLBT.

Respetables legisladores, colegas, amigos y correligionarios:

El Salvador es un país democrático. Hace 14 años firmamos los Acuerdos de Paz. Cerramos un capítulo oscuro de nuestra historia de censura, violencia, persecución e injusticia. El mundo nos conoció como un país ejemplar por tener la capacidad y madurez de lograr un acuerdo que satisfizo a todas las partes en contienda. Nos comprometimos con la democracia.

Desde la firma de los Acuerdos de Paz, no ha sido fácil sostener nuestra democracia. Hemos tenido nuestros retos y los hemos sobrellevado. Tuvimos la capacidad de dejar las armas. Hemos aprendido en el camino a competir con ideas, a discutir civilizadamente, a entablar el diálogo, a respetar al adversario político. Hemos tenido la capacidad de encontrar puntos intermedios que acomoden nuestras diferencias. Todos nos hemos incorporado a un proceso de inclusión, aceptación y compromiso con el futuro de El Salvador.

Nuestras decisiones han fortalecido nuestra democracia. Nos permite mantener nuestra individualidad sin perjudicar a nuestro vecino, a nuestro hermano, a nuestros cónyuges. Nuestra democracia nos permite las cosas más esenciales de la vida: respeto, derechos, responsabilidades, sueños. La democracia funciona dentro del marco de las leyes, las cuales son responsables y alientan la seguridad y el bien común.

Nuestras leyes no son perfectas. Nuestras leyes responden a momentos puntuales y necesidades precisas. Las leyes indiscutiblemente caducan. Son innecesarias una vez evolucionamos como sociedad. Las leyes que una vez fueron urgentes para proteger a los ciudadanos y tradiciones pueden resultar obsoletas al no satisfacer las necesidades actuales. Al final, las leyes hechas por los hombres pueden convertirse en leyes atroces y déspotas, contraviniendo la Constitución de El Salvador. Y ninguna ley debe subvertir, destruir ni sobrepasar a la Constitución. Al contrario, cualquier ley debe de tener la finalidad de fortalecer a la Constitución del país.

Durante los últimos meses nuestro país se ha ocupado en el debate sobre los derechos civiles de una minoría y una reforma constitucional. Estoy hablando de los ciudadanos salvadoreños gay, lesbianas, bisexuales y transgénero.

Aunque en una democracia la mayoría puede establecer las reglas y regulaciones a través de los diferentes procesos legales y legislativos, la misma democracia exige que esas regulaciones sean justas, humanas y responsables con las minorías. La mayoría, en una democracia, no tiene un cheque en blanco. Al contrario, carga con muchas más responsabilidades.

La democracia nos obliga a encontrar el balance político, social y económico que garantice el bienestar social de cada uno de los salvadoreños. Eso nunca tenemos que olvidarlo.

El debate sobre la reforma constitucional para prohibir los matrimonios entre personas del mismo sexo carece de ese principio básico de la democracia. Nosotros, la mayoría heterosexual, no podemos infringir en un derecho de todos los salvadoreños. Que el miedo y el desconocimiento no sean la mano que ratifique la reforma.

No debemos de perder de vista quienes van a ser afectados por esta reforma constitucional. Nosotros conocemos a los hombres y mujeres cuyas vidas cambiarán por esta reforma. Convivimos con ellos. Pueden ser nuestras hermanas y hermanos, nuestros hijos, nuestros vecinos, nuestros amigos, nuestros compañeros de trabajo. Son parte de nuestra Nación, de nuestras vidas, de nuestra cultura, de nuestro futuro.

Negarles el mismo derecho que tenemos los heterosexuales es aceptar que no todos los salvadoreños valemos lo mismo ante la Constitución de El Salvador. Y eso dista de la verdad. Todos, sin importar nuestras creencias o identidad sexual o raza valemos lo mismo ante la Constitución de El Salvador. Y eso está garantizado en nuestra Constitución.

Como presidente de El Salvador, comprendo que el matrimonio entre personas del mismo sexo incomoda a una gran mayoría de salvadoreños. Es nuestra cultura, nuestra herencia religiosa la que se siente amenazada. El concepto de dos personas del mismo sexo en matrimonio nos reta a pensar, a comprender y a visualizar la realidad de un sector de nuestra sociedad que históricamente ha sufrido violencia física y emocional. Pero reformar la Constitución para apaciguar miedos religiosos y falta de conocimiento no es la mejor respuesta. Debemos de consultar a expertos para que nos ayuden a comprender esta encrucijada y para que no cometamos errores que podamos lamentar en el futuro.

Nuestra responsabilidad como legisladores y gobernantes es de encontrar un punto intermedio en el que todos podemos convivir dentro de los parámetros del respeto, la responsabilidad y la felicidad. El miedo de la mayoría, nuestra ignorancia de lo diferente, no justifica la injusticia que está por cometerse en contra de una minoría.

Ustedes, como legisladores, y yo como Presidente del país, somos responsables de velar, cuidar y respetar los derechos de cada uno de los salvadoreños sin importar su raza, religión, clase social o identidad sexual.

Es por eso que hoy, como presidente de El Salvador, como salvadoreño, vengo a solicitar a ustedes que olvidemos los extremos y encontremos soluciones mediáticas, reales y responsables.

Yo les pido que no ratifiquen la reforma propuesta. Yo me comprometo a trabajar con ustedes para poder crear leyes justas que garanticen los derechos de todos los salvadoreños sin violar ni discriminar a ningún salvadoreño y para salvaguardar una verdadera democracia. Podemos trabajar juntos en la creación de una ley que garantice las responsabilidades y derechos legales de una pareja de personas del mismo sexo dentro del marco de derechos civiles. Los matrimonios religiosos dejémoselos a la iglesia. Nosotros ocupémonos de las leyes civiles.

Hace 14 años mostramos nuestra capacidad de conciliación y unidad con los Acuerdos de Paz. Hoy, la historia de nuestro país nos llama a mostrar esa misma capacidad de tolerancia, comprensión y respeto en un tema desconocido para nosotros. Nuestra democracia no se fortalecerá con una reforma a la Constitución. Al contrario, nuestra democracia solamente será testigo de una injusticia social inadmisible y será una democracia mediocre que no respeta, no valora y no aprecia la diversidad del ser humano.

Que Dios bendiga a todos los salvadoreños.

(Este artículo mío fue publicado por www.elfaro.net en septiembre 2006. Enlace al original: http://www.elfaro.net/Secciones/opinion/20060918/opinion7_20060918.asp


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